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tokosie

Ioanna Gerakidi

No te preocupes, te tengo

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2020-2023

No te preocupes, te tengo

por Ioanna Gerakidi

Notas para reflexionar la práctica de tokosie cuando
abusa
u olvida
los límites del lenguaje porque hay mucho más
como
el sentido del tacto y del olfato
la esencia
de perderse o nada es concreto a priori
bueno, a veces las cosas se solidifican y entonces se convierten o bien en prisiones
o en espacios seguros
e
historia belleza óptica ética poética
oh
y sobre cuánto puedes aguantar
y no pasa nada si no puedes
no te preocupes
te tengo

1

No sé por dónde empezar, tal vez porque no puedo usar un sistema estable y católico como las palabras, para hablar sobre composiciones fluidas e identidades líquidas, sobre el agua y su naturaleza transformadora, sobre los profundos océanos, sus inexplorados ecosistemas y comunidades de especies que los seres humanos nunca han visto. Así que le pregunté a la IA, al no creer realmente que iba a hallar las palabras o discursos, o puntos de partida que estaba buscando; solo quería hallar el lenguaje de una especie más que humana, sus tesis sobre estos temas. Lo intenté recurriendo a palabras claves como composiciones fluidas o identidad femenina en las artes, océano profundo y feminismo, estructuras de jerarquía y poder y su relación con entidades subacuáticas. Las respuestas que obtuve carecían de historia, memoria, interseccionalidad, identidad, agencia; las palabras mostradas no tenían nada que ver con mis temas de escritura. No tenían voz.

No estoy haciendo esta introducción porque quiera demonizar a la inteligencia artificial, su futuro potencial o las formas en que ya ha facilitado otros tipos de trabajos, de evolución, de implicación con el lenguaje o con el sentimiento o con el crecimiento. Es porque me he dado cuenta de que las formas en que miro a y con la obra de tokosie, o pienso a través de su práctica, sus métodos para materializar una extraña fugacidad, sus encuentros con lo desconocido, su confianza y fe en ello, que existe en paralelo a las vías canónicas de percibir la vida, solo puede ser personal. Y un punto de vista personal viene acompañado de mis agonías y miedos, de mis interpretaciones y formas de implicarme en el trabajo afectivo, con inducciones y mitos y embrujos y voces y movimientos, de especies humanas, no humanas o más que humanas. 

Conocí a tokosie hará unos cinco años y llegué a conocer las cualidades fragmentarias de su práctica mientras trabajaba estrechamente con ella. ¿Por qué fragmentarias? Porque tanto en su forma de perdurar en varios medios como a través de sus esquemas y temas visuales, hay una metodología que legitima el fragmento, la ruptura, la ruina. Da valor a lo que, de otra manera, quedaría descartado. Y lo hace sin mistificar la naturaleza rota de los objetos, sentimientos, etnografías o identidades; su ternura «se queda con el problema», por usar las palabras de Donna Haraway, de ser hecha pedazos, desatendida, pero también de elegir voluntariamente en soledad, formando contextos personales y sociales que existen más allá de la norma. Su práctica consiste en correr ese riesgo y asumir las consecuencias.

2

[…]
Ella hubiera querido hablarles
de espuma y aguas anóxicas
de diversidades de mujeres quemadas
depilando bacterias
Para que una mujer sobreviva
y siga sobreviviendo
Es extremofilia: esperando un lenguaje
para cultivarla como agar
[…]
Daisy Lafarge, Life Without Air.

3

Por aquel entonces, tokosie me regaló una escultura rota; era rosa, con cadenas colgando, parecía un libidinoso talismán, un espacio seguro que puedes llevar encima para cuando no estás cómoda, para cuando te desencadenas, para cuando no encajas en un entorno impuesto.

Ahora, para escribir este texto, me ha enviado su portafolio. Me ha alegrado ver que su práctica no ha alterado mucho sus ejes. En la mayoría de sus obras siguen presentes connotaciones multidimensionales sobre cómo pueden construirse y desarrollarse colectivamente mundos, omniversos y comunidades alternativas. En su escultura multicultural kelp [quelpo multicultural] —una instalación a gran escala que reúne materiales textiles de diversas regiones y etnografías— estaba presente el sentido de comunión, recurriendo al entorno submarino como parábola para hablar sobre resistencia, pertenencia, evolución.

El quelpo es un alga que, en su obra, es una parábola. Las algas quelpo no son plantas. No son organismos consistentes, sólidos. Son amalgamas, composiciones de identidades biológicas agitadas. Estos grupos de organismos totalmente inconexos se unen, mostrándonos a los seres humanos cómo podemos ser solidarios unos con otros, cómo amarnos los unos a los otros; la obra de tokosie encarna este ambiente, lo aterriza en la corriente humana.

En la misma línea, en su obra puddle of glow [charco de resplandor] —una serie de pequeñas esculturas que trazan el resplandor y, a través del mismo, la ocasionalmente intensa presencia de la feminidad— la premisa es un empoderamiento que procede de dentro. La cualidad resplandeciente, otrora reprimida y amordazada por las narrativas dominantes y estructuras de poder, ocupa finalmente el espacio que merece, se hace visible, domina la sala; y lo hace con empatía, ternura, suavidad, pero también con sexualidad, perplejidad y resistencia a la forma lineal. Encajes, espumas, vinilos, rosas, negros y azules celestes, son algunos de los colores que representan esta compleja naturaleza que extrae su poder de la interseccionalidad.

Su obra shine! [¡brilla!] amplía aún más estos temas, dando protagonismo a lo monstruoso, lo hermafrodita, lo “defectuoso”. Hay tiendas que protegen a personas heridas o a las consideradas lo Otro, reflejando superficies y luces y cortes brucos y cables y bioplásticos. Y todos estos elementos se unen para componer un universo donde la lentitud, la tristeza o la simple negativa a seguir los ritmos de un productivismo acelerado no solo se permiten, sino que incluso se alientan. Y a través de este otro mundo, las profundidades de la historia y de las psiques se desgarran y emergen, dándonos permiso para vivir de otra manera.

4

[…] esta mañana maté a una mosca
de haber sido un Estado
habría arrasado una ciudad
[…]
Etel Adnan, Time.

5

Existe una resonancia entre las palabras de Adnan y la obra de tokosie, pues ambas reúnen lo que, de otra manera, se opondría. ¿Acaso Adnan nos habla metafóricamente sobre el poder que nosotros, los seres humanos, tenemos sobre otras especies y cómo las explotamos o abusamos de ellas, al destacar las consecuencias que tendría para el mundo si ella fuera un Estado? ¿O acaso quiere hallar, aunque sea temporalmente y mediante un Estado imaginario, el poder que nos ha sido impuesto, que nunca ha permitido prosperar a otras voces y cuerpos y culturas, cuando los ejes normativos han sido creados por una minoría? Aunque la respuesta incluya ambas opciones, o muchas más, la obra de tokosie permite que se revelen sentimientos tan oximorónicos. Sintiendo por medio de la vida de las demás personas, también se topa con la ira, la agitación, la resistencia que se produce cuando te convierten en lo Otro. Y lo hace sin pedir disculpas. 

6

En el libro de poesía de Jackie Wang The Sunflower Cast a Spell to Save Us from the Void [El girasol lanza un hechizo para salvarnos del vacío] leo: «Girarnos de nuevo hacia el sol es un acto de fe», una cita de Hélène Cixous, poetisa y teórica, cuyas palabras de alguna manera se me aparecen mágicamente cuando escribo sobre lo que parece extraño, pero no asusta. La práctica de tokosie puede restablecer la fe, cuando eliges implicarte en sus gestos, su fugacidad, su brillo, sus formas de permitir una relación con el juego no filtrada, no mediada. Sus obras crean mundos que anhelan ser ocupados como formas de recuperar un sentimiento de pertenencia que ha sido olvidado.

7

El otro día vi una película, era de ficción pero muy tierna, una de las protagonistas se llamaba Mantis, y no hubiera sabido qué representan las mantis de no haber trabajado estrechamente con Lito Kattou, una artista cuya obra piensa a través de este insecto, de esta especie animal como recipiente para alterar las representaciones sistémicas de la identidad femenina y, junto con ella, nuestra percepción de la muerte y de la protección, del canibalismo y de la ternura, del nacimiento y del sexo y de la crianza. La noche anterior, mi padre me había enviado un correo con una imagen de mantis recién nacidas. A la mañana siguiente, había bebés de mantis por todo mi jardín. Y, de repente, todo cobró sentido. ¿Sabéis lo que hacen las mantis? Matan a su pareja tras tener sexo con ella, para asegurarse de que esta no se coma a sus crías. Otras especies también siguen incondicionalmente a sus instintos, como los leones cuando luchan por las necesidades de su manada de acceso a agua y comida; o los conejos cuando corren lo más rápido que pueden para escapar a las mordeduras de serpientes, de las que la mayoría de las veces no se puede escapar. Y sé todo esto porque mi pareja es Sagitario y le gusta ver este tipo de cosas. 

Cuando estudias cómo viven otros animales, se da una especie de producción de conocimiento alternativo, no solo de forma literal sino también metafórica, y es exactamente ese tipo de observación lo que la obra de tokosie nos obliga a hacer, como público, a participar sinestésicamente. ¿Qué sucede cuando el conocimiento racional, lineal, humanizado, que tan solo apoya la vía canónica de ser y devenir, comienza a aprender otras formas de apego y escape, amor y resistencia? Y no con el objetivo de implicarse en prácticas no humanas como métodos inhumanos, ni en reacciones vandálicas como mecanismos de escape, sino con el objetivo de mostrarnos otros modelos para encontrar la vida.

8

Todo comenzó en las profundidades de un mar que nunca ha tenido nombre, cuyas aguas nunca han sido exploradas ni explotadas. Sus estructuras, fluidas e indómitas, albergaban a ninfas y sirenas y deidades, alumbrando criaturas nunca antes vistas por el ojo humano. No sé tampoco cómo se llaman esas especies; su naturaleza mutante, en cualquier caso, seguramente no permita darles nombres concretos. Estas especies alteraban sus formas cada vez que lo deseaban, pues no tenían miedo de perder sus identidades. Se transformaban unas en otras sin temores, eran multidimensionales y amables y generosas; compartían sus miedos y agonías, pero a veces también podías oírlas llorando solas; pero entendías que habían elegido una soledad temporal, pues nunca se sentían excluidas, abandonadas ni no queridas. La presencia de estas especies no está marcada en el tiempo, sus vidas no tenían nada que ver con la humanidad tal como la conocemos. ¿Cómo las conocemos? Antes de abandonar la Tierra, antes de migrar a otro planeta, nos han dejado, a los seres humanos, una carta donde nos transfieren su sabiduría, sus conocimientos, sus movimientos.

9

No tengo acceso a esa carta, pero puede resumirse en las palabras de Kathy Acker, que usé cuando, por primera vez, pensé en la obra de tokosie. Ella dijo: «Estoy buscando el cuerpo, mi cuerpo, que existe fuera de sus definiciones patriarcales. Por supuesto, no es posible encontrarlo. ¿Pero a quién le interesa ya lo que es posible?»

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